XXI Aniversario – Manifiesto

Hace 21 años ETA secuestró y asesinó a Miguel Ángel Blanco. Miguel
Ángel tenía 29 años cuando la banda terrorista le arrebató la vida; era una
persona muy activa, llena de vida, con muchas motivaciones, sueños y
proyectos por cumplir. Pero la barbarie terrorista de ETA impidió que un
chico al que, quienes conocieron recuerdan como afable, extrovertido,
sencillo, alegre y solidario, siguiera su camino.

Miguel Ángel era una persona tan rigurosa con la puntualidad que sus
compañeros de la asesoría donde trabajaba se preocuparon por él al
comprobar que se había retrasado media hora en una cita que tenía con un
cliente a las tres y media de la tarde del 10 de julio de 1997, nueve días
después de la liberación de José Antonio Ortega Lara por la Guardia Civil,
tras permanecer 532 días secuestrado por ETA.

La izquierda abertzale había anunciado que el precio por esta heroica
actuación de la Guardia Civil iba a ser alto; lo hizo por boca del portavoz
de la Mesa Nacional de Herri Batasuna, Floren Aoiz, que dijo en una rueda
de prensa que, después de la «borrachera policial», llegaría la «resaca». Tal
afirmación, que constituía una amenaza en toda regla, se materializó en el
secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco.

La noticia del secuestro de Miguel Ángel Blanco sacudió a toda España.
Millones de personas salimos a las calles para mostrar nuestra repulsa y
exigir piedad a los asesinos. Todos fuimos conscientes, aquellos días de
julio de 1997, del sufrimiento que ETA causaba no solo a las víctimas, sino
a toda la sociedad. Todos nos identificamos con Miguel Ángel: un buen
hijo, un buen hermano, un buen amigo de sus amigos y un ciudadano
comprometido con su municipio, Ermua, en el que defendía la democracia
y el derecho de sentirse vasco y español sin complejos como concejal del
Partido Popular.

La noticia del secuestro de Miguel Ángel Blanco y el ultimátum que recayó
sobre su vida movilizó a millones de ciudadanos que vivieron con angustia
y rebeldía cívica aquella macabra cuenta atrás, finalmente, el 12 de julio de
1997, los asesinos cumplieron su amenaza y asesinaron a Miguel Ángel
Blanco.

Todos recordamos con detalle esas 48 horas de aquellos días de julio:
recordamos qué hacíamos o dónde estábamos cuando ETA secuestró y
asesinó a Miguel Ángel Blanco. Sentimos el clamor ciudadano de denuncia
por el secuestro y asesinato de un inocente. Todavía hoy nos emocionamos
al ver las imágenes de lo ocurrido, y esta es la mejor materialización de la
trascendencia de su asesinato. Para muchos, nada volvió a ser igual después
de aquellos días de julio. Por eso aquellos días inolvidables son parte de
nuestra memoria colectiva como país.

Aquellos días nació una nueva conciencia ciudadana de lucha contra el
terrorismo: el Espíritu de Ermua. Se asentaron las bases de la mejor y más
eficaz política antiterrorista: la que defendía que debía haber vencedores –
las víctimas, la sociedad democrática y el Estado de derecho– y vencidos:
los terroristas y sus cómplices. Nació una nueva conciencia a favor de las
víctimas del terrorismo; todos nos veíamos reflejados en la mirada inocente
de Miguel Ángel Blanco. Su secuestro y asesinato simbolizaba todo el
horror de ETA y el hartazgo de una sociedad hasta entonces atenazada por
tantos crímenes cometidos. Nació la exigencia de firmeza democrática y de
unidad ante la barbarie.

Han pasado 21 años. Este año, tras más de 50 años de actividad terrorista,
ETA se ha disuelto sin condenar su pasado criminal. Las Fuerzas y Cuerpos
de Seguridad del Estado han vencido policialmente a ETA, pero todavía
nos quedan importantes asuntos pendientes:

-esclarecer los más de trescientos crímenes sin resolver y responder
al derecho a la Justicia de las víctimas;

-deslegitimar a ETA, lo que pasa por deslegitimar su proyecto
político antidemocrático, totalitario y excluyente que ahora no se defiende
por medio de las armas, pero sí desde las instituciones;

-denunciar el culto al terrorismo que en el País Vasco y en Navarra
se lleva a cabo prácticamente todas las semanas, ante la pasividad de las
instituciones, y con el apoyo de algunos partidos y organizaciones que
justifican o relativizan el terrorismo, con el peligro de radicalización que
eso entraña para los jóvenes y de humillación para las víctimas;

-asentar un relato basado en la Verdad, la Dignidad, la Memoria y la
Justicia de las víctimas del terrorismo que neutralice el relato manipulado
que justifica la actividad criminal de ETA y diluye sus responsabilidades,
que algunos quieren imponer a toda la sociedad en su empeño por el olvido
y la impunidad.

-seguir guiándonos por el significado ético y político de las víctimas
del terrorismo y hacer llegar su testimonio y su valor democrático a los más
jóvenes, como referente moral y para hacerles entender que la utilización
de la violencia para obtener fines políticos dinamita la convivencia y la
democracia;

Miguel Ángel Blanco es un símbolo de Libertad. Despertó nuestra
conciencia, nos hizo comprender que la libertad hay que conquistarla,
cuidarla y defenderla cada día ante quienes quieren arrebatárnosla y
destruir la convivencia libre y la pluralidad ideológica, así como aniquilar
los derechos éticos y políticos que tanto nos han costado conseguir.
Recordar a Miguel Ángel Blanco es recordar todas las consecuencias de la
barbarie terrorista, a las miles de familias afectadas por el totalitarismo
etarra.

Miguel Ángel Blanco no pudo escuchar la voz de toda una sociedad a favor
de la Libertad y contra el fanatismo y la dictadura del terror. Por eso es una
obligación moral y política recordar lo que se vivió aquellos días de julio
de 1997: el compromiso que adquirimos con la Vida y la Libertad ante los
fanáticos de la identidad. Ese compromiso debe estar ahora más vivo que
nunca, puesto que vivimos en tiempos de incertidumbre en los que
corremos el riesgo de que la impunidad se imponga sobre los terroristas y
el olvido sobre las víctimas. Evocamos a Miguel Ángel Blanco y de forma
inmediata surge un sentimiento de rebeldía frente a los totalitarios, y
también una profunda empatía y reconocimiento hacia su figura y la de
todas las víctimas del terrorismo. Miguel Ángel Blanco es nuestra
Memoria.

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